Es realmente fastidioso cuando le cuentas a alguien tus problemas y los despacha en un momento con un "eso no tiene importancia".
"¿CÓMO que no tiene importancia? ¡Por supuesto que la tiene! ¡Es TE-RRI-BLE! ¡Llevo dándole vueltas a la cabeza todo el día!..." decimos furiosos ante su incomprensión.
Y sin embargo es un hecho: ese problema es algo ridículo, insignificante, en cuanto nos decidimos a verlo desde una perspectiva algo menos egoísta y miope.
Ayuda situar las cosas en su debida proporción:
Tú eres una más entre miles de millones de personas que habitan la Tierra
que es un millón de veces más pequeña que el Sol,
que es solo una de las miles de millones de estrellas de la Vía Láctea
que apenas es una entre los miles de millones de galaxias del universo.
Entra vértigo solo de intentar visualizar tal inmensidad. Es algo inimaginablemente grande (y nosotros absurdamente pequeños en comparación).
Y sin embargo, el día que tenemos una cita nos vemos un granito de un milímetro en la nariz y ¿qué pensamos? ¡Que el cosmos entero debería detenerse! ¡Rayos y truenos! ¡Todo está en contra nuestra!
"Bueno" me dirás, "pero el grano para mí es realmente un problema en ese momento". Sí, y un problema enorme si toda tu idea del mundo se reduce a tu pequeña perspectiva.
Afortunadamente, estamos dotados de algo maravilloso que es la conciencia. Un instrumento que nos permite admirar lo inmensamente grande. Si lo haces, inmediatamente esas cosas triviales dejan de ser tan 'tremendas' y desde luego podrás lidiar con ellas con más tranquilidad.
El grano en la nariz no desaparecerá, pero si le das la importancia justa 'no es más que un milímetro en mi piel' desde luego lo afrontarás con mejor ánimo, lo que siempre es positivo. Quizá hasta acabarás bromeando sobre ello con tu cita.
Te he puesto el ejemplo de nuestra pequeñez en lo material. Pero con mucha más razón se aplica en el aspecto de buscar lo trascendente:
El amante se supera mirando al amor, el filósofo si se centra en la verdad, el creyente en la contemplación de Dios, el artista en su búsqueda de la belleza... cualquier cosa a la que dirijas tu atención por encima de tus intereses egoístas, te hará grande.
De niño jugabas a tocar el cielo, ¿qué tal si vuelves a hacerlo?
Estas son las instrucciones:
1. sitúate al aire libre.
2. levanta los brazos.
3. Toca el cielo.
Hazlo con la mente tranquila, sin esperar ni juzgar; aparta los pensamientos que te han impuesto acerca de lo tonto que puede resultar eso.
Siente el cosquilleo de la energía entrando por tus manos; carga tus pilas. Unos pocos segundos bastarán. Puedes hacer esto cada día y verás como la jornada trascurre con más suavidad. ¡Nada puede ir mal si ya tocaste el cielo!
Ya sé que tu parte adulta está rechazando ahora esta 'bobada'. Pero ¿tienes algo a perder? Puedes probar a hacerlo sin que nadie te vea y... ver qué pasa.
Tú eres partícipe de la grandeza. Como dijo Teresa de Calcuta: "Lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota"
El tomar consciencia de la inmensidad que nos rodea es suficiente para reconfortarse interiormente. Sentarse a observar el mar, el cielo estrellado, el paisaje desde la cima de una montaña... traerá paz a tu alma. Y te hará grande.
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