Quien disfruta la vida a tope necesariamente genera envidias e intentos de sabotaje. Es parte sustancial del éxito y le da un punto divertido. Así que si te falta esa salsa probablemente te estás hundiendo en la mediocridad; estás apagando tu llama.
Ponte en marcha y rompe algunos platos. Piensa en tu legado.
¿Qué quedará de nosotros al final? Nuestra obra. En eso nos convertimos.
Picasso se convirtió en sus cuadros. Neruda en sus poemas. Los padres perduran en sus hijos. Cualquier constructor deja una parte de sí en lo que hace.
¿Y tú? ¿En qué te estás convirtiendo? Es hora de que pienses en tu inmortalidad. Que tu obra, aunque no sea muy grande, sea bella y deje el trocito de mundo por el que pasaste un poquito mejor.
Trabaja apasionadamente. Olvida tu mansedumbre y ponte a hacer lo que mejor sabes, con el mayor bombo posible. Cuando escuche a los mediocres ladrar contra ti, sabré que por fin tenemos un constructor de sueños en marcha.
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